Verde. Todo es verde a su alrededor. De un verde
esmeralda brillante que lo envuelve todo. Verde esperanza. Todo es verde. Verde
y húmedo. Y ahí está él. Solo. Un pequeño o gran pez naranja, según se mire.
Brillante y húmedo también. Un pez en una pecera. Un enorme pez en una pecera
diminuta. Solitario. Naranja y blanco. De un color alegre en un espacio vacío.
Un espacio redondo y húmedo. La pecera, transparente y de formas suaves,
disimula su esencia. Una esencia engañosa que cautiva prometiéndote el infinito
y encerrándote en su interior. Una única pared que lo envuelve todo bajo un
halo de luz. Un aura mágica que muestra el interior y el exterior sin permitir
que se mezclen. Una suave silueta que separa lo verde y lo húmedo. La esperanza
y la realidad. La promesa y el presente. Un presente estático. Pequeño.
Asfixiante. Dominado por luces y sombras en constante lucha sobre una pared. Y
ahí está él. Atónito. Con la mirada perdida o quizás fijada en nuestros ojos.
Plagado de pensamientos o quizás vacío. Vacío cual esperanza de futuro.